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El libro del sol nuevo
La primera vez que me leí "La sombra del torturador", el primer libro de los cuatro que forman El libro del sol nuevo, no me enteré de nada. De hecho, no me enteré de nada hasta tal punto que no tenía intención de volver a leerlo nunca más. No me pareció un mal libro, me pareció entretenido y disfruté su lectura, pero noté que la historia que contaba se me escapaba, que no entendía qué estaba pasando.
Me dio por leer algunas reseñas en varios blogs y vi que Gene Wolfe no era un escritor cualquiera. Además de ser un ingeniero mecánico que había colaborado en el diseño de la máquina que hace las patatas Pringles, también diseñaba sus libros como si fueran un auténtico rompecabezas.
No enterarse de nada cuando lees por primera vez un libro de Gene Wolfe no es algo raro, es lo normal. Son libros que están diseñados para releerse, con infinidad de matices y capas ocultas. Si bien en una primera lectura atenta se pueden unir muchas piezas, es imposible armar todo el puzzle sin volver a leer su obra varias veces.
Lo mágico de estas relecturas es cómo va cambiando la novela a medida que el lector se va introduciendo en el mundo. La segunda vez que me leí "La sombra del torturador" me pareció que me estaba leyendo otro libro distinto. No sólo le presté mucha más atención, si no que ya conocía aunque fuera de refilón el mundo y sus personajes, y ya estaba preparado para empezar a entender la historia. Y sin embargo, la tercera vez que me lo leí disfruté infinitamente más que las dos primeras, porque ya me sentía como alguien que conocía a Severian (el protagonista), y estaba empezando a unir los hilos de todos los pequeños detalles que van apareciendo por la novela.
Leer a Gene Wolfe no es algo fácil, hace falta concentración. Sus novelas no tratan al lector como un ente sin inteligencia que sólo quiere echar el rato. Hace falta esfuerzo para sacarle el jugo a sus obras. Pero la recompensa merece la pena. Es muy gratificante ir viendo cómo se forma el mundo que en un primer momento ni siquiera te habías dado cuenta de que estaba ahí.